La innovación social, formulada en sus inicios por Wolfang Zapf, sociólogo alemán, se ha estudiado desde los diferentes enfoques como sociológico, económico y antropológico. Así mismo, su definición ha evolucionado a lo que la CEPAL define como “nuevas formas de gestión, de administración, de ejecución, nuevos instrumentos o herramientas, nuevas combinaciones de factores orientadas a mejorar las condiciones sociales y de vida en general de la población de la región.” (CEPAL, s.f.)
En esa misma línea de pensamiento, La Comisión Europea plantea en su Libro Verde de la Innovación que “no existen fronteras cerradas entre la empresa innovadora y su entorno que influye en ella y que ella contribuye a transformar” (Comisión Europea, 1995)
Las empresas son en gran medida las responsables de las emisiones al medio ambiente y contaminación de los recursos naturales. La Responsabilidad Social Empresarial (en adelante RSE) nace al final de la década de los 80 como una respuesta del sector privado a su rol activo en la transformación de la sociedad, y a través de sus fundaciones empresariales se identifican como una fuente potencial para la distribución de recursos de sistema de cooperación internacional al final de la década de los 90. Es decir, la RSE es una iniciativa de las organizaciones privadas como compensación a la sociedad por la actividad y desgaste que su acción causa en el medio ambiente. Por tanto, la RSE y la innovación social se complementan. En este sentido, podemos determinar que una empresa que es socialmente responsable debe tener la capacidad de innovar con un enfoque social e implementarlo, con esto ayudar a transformar la realidad de su entorno o área de influencia. No obstante, tener una iniciativa de innovación social no hace a una empresa socialmente responsable. Se necesita mayor compromiso.
Una innovación social puede ser un producto o un proceso, una mejora incremental; se configura también como un movimiento social, una iniciativa o una intervención en la comunidad que contribuya al desarrollo y progreso de la misma. Así, la IS se produce cuando los beneficios son mayores para la sociedad que ganancias para las empresas (en términos de valor financiero).
Cada vez son más empresas las que se suman a la innovación social, ejemplo de ello fue el proyecto realizado por Unreasonable Institute (actualmente Common Future) y Echoing Green, Malo Traders. Intentó combatir la pobreza y la malnutrición en Mali mediante el apoyo a los pequeños agricultores productores de arroz. Su apoyo se basó en mejorar la producción con bajos costes mediante el uso de tecnología de enriquecimiento innovadora (Global Citizen, 2015).
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En esencia, la innovación social se presenta como una oportunidad para cerrar las brechas existentes en una sociedad donde las necesidades básicas, ya sean sociales, no son cubiertas en su totalidad por el Estado o su ausencia es notoria. Coincide con la noción que tiene el Foro Económico Mundial de Innovación social “la innovación corporativa es la nueva era empresarial que lleva a las compañías a transformarse en solucionadoras de problemas”. Finalmente, es necesario anteponer el cuidado del entorno y el sistema que lo sustenta sobre los intereses económicos, y generar un diálogo permanente para la mejora continúa sustituyendo las prácticas nocivas para el ser humano y el medio ambiente.
Por último, parafraseando a Martha Nussbaum en su libro Envejecer con Sentido, la filósofa estadounidense insta a los empresarios a “centrarse en el bien de los empleados… y considerar un negocio decente, bien gestionado, que trate a la gente con dignidad y que también contribuya al crecimiento económico, como una forma de contribuir positivamente al mundo”. Lo que nos invita a dirigir la mirada al territorio y trabajar en las necesidades.
Por: Maria Cecilia Dumar – Gestora de innovación en Vertical-i